viernes, 13 de octubre de 2017

LA ALAMEDA DESAPARECIDA: CRÓNICAS

PERSPECTIVA SOCIAL DE LA ALAMEDA
DÉCADAS DE 1970-1980

Es la Alameda de Hércules una inagotable fuente, un interminable filón de historias, anécdotas, hechos...... Habiendo ejercido un protagonismo indiscutible en la llamada Sevilla de la Transición, en aquellos años 70 y 80 tan queridos y recordados en este espacio. Crónicas de un bulevar alamediano que parecen algunas de ellas quedar en el olvido; mientras que otras a veces se oyen entre algunos supervivientes autócnonos del lugar y alrededores, transmitidas de generación en generación por aquellos que las vivieron, las oyeron a su vez contadas por sus protagonistas o por otros que a la par, recibieron en sus oidos aquellas cosas que pasaron.

Colocándonos en situación, la década de los 70 nos enseñaba una Alameda repleta de un caserío principalmente decimonónico y de a principios del XX , en lo  referente a los flancos del bulevar, el cual mantenía su estética rectangular de siempre, pero fraccionado en tres vías transversales producto de la reforma de 1936-45, orientadas para esparcer el tráfico  y poder desembocar a calles como Relator, Peris Mencheta, Santa Ana, Niño Perdido, etc. Algunas de estas y otras calles, adyacentes y paralelas al rectángulo, formaban junto a la otra ala ( Leonor Dávalos ); un entresijo interno en el que dominaban edificios también construidos en lejanas décadas anteriores, la mayoría sin reformar y en estado de deterioro. A todo esto, se le unía el aspecto social en el que destacaban la prostitución y la inseguridad ( esto último acentuado desde principios de los 80 ). También, a raíz de la segunda mitad del decenio de 1970, aparecen las drogas duras . La situación social del lugar, poco antes de la llegada de los 90, llegó a presentar un escenario en el que, salvo la media mañana o el mediodía, el riesgo de robo a punta de navaja era un peligro casi constante. La prostitución anteriormente autóctona desaparecía progresivamente; el proxeneta, también otrora del lugar, iba dejando paso a tipos que, procedente de las barriadas periféricas, acudían con motocicletas a recoger a las prostitutas, aprovechando sin escrúpulos el intimidar y robar a cualquier viandante circunstancial o potencial cliente. La llegada de estos improvisados motoristas se vio favorecida por el crecimiento del motor en el mercado de segunda mano, unido a las nuevas leyes blandas, la continuación y aumento de la marginalidad en la periferia, así como la mencionada llegada de la droga.

Sección de la Alameda de Hércules en una perspectiva aérea de 1982. Señalamos algunas calles conflictivas como eran Leonor Dávalos (1), Joaquín Costa (2), Niño Perdido (3). El número 4 era la "boca del metro", cuyas obras se cerraron y quedaron paralizadas. Por supuesto, otras calles cercanas a Joaquín Costa fueron lugares muy peligrosos ( Cruz de la Tinaja, Juan Pérez Montalbán, Molinos, Niño Perdido...), sin olvidar el sector de la Plaza de la Europa. No obstante, la Alameda de entonces era prácticamente un todo inseguro.

Crónicas buenas y crónicas malas. Historias de otro tiempo....

LA LEYENDA NEGRA DE LA VAQUITA

En la calle Joaquín Costa número 20, se hallaba una de las muchas whisquerías de entonces: La Vaquita. El 18 de enero de 1973, un camionero, cliente quizás circunstancial del bar, dicen las fuentes de prensa que según testigos del local, forcejeó con alguna de las chicas que allí trabajaban, por lo que fue expulsado, prometiendo venganza contra quienes se encontraban allí dentro. En efecto. Posteriores opiniones cuentan que J.F.A.C. - iniciales del supuesto caminonero - fue a la gasolinera de Torneo y con una lata de combustible se encaminó de nuevo hacia el bar, cumpliendo aquellas siniestras palabras vengativas. Roció con gasolina el suelo, lanzando a continuación la latilla sobre una estufa de butano. Inmediatamente el fuego y la humareda inundaron el local. El encargado, J.O., reaccionó colaborando en sacar de las llamas y el humo a Rosario ( la mujer que vendía el tabaco ), así como a un par de clientes.

Mientras se desarrollaba el mortal episodio, ambulancias, policía y bomberos se encaminaban raúdamente mientras los vecinos de la calle y personas que paraban entonces en otros bares cercanos, contribuyendo éstos a sofocar el fuego con cubos de agua e intentar a su vez salvar alguna vida.

Cinco mujeres (la mayor parte de de ellas de nacionalidad o procedencia árabe ) y un hombre fueron los fallecidos: camareras y un cliente. Otros tres varones resultaron heridos, figurando uno de ellos como otro de los encargados de la whiskería. Por su parte, el autor del múltiple crimen terminó entregándose en la Comisaría.

De esta forma, a la izquierda, ABC nos mostraba el estado final de La Vaquita


Derecha: Escena tomada en 1978. Vemos un día cualquiera en la vida de La Alameda, con los proxenetas paseando en Niño Perdido y Joaquín Costa. Al fondo del todo, en la derecha observamos parte de lo que fue la nueva whiskería "La Vaquita -2" -con el letrero de cerveza "Águila dorada"-, que se trasladó al número 18 hasta 1981. Vemos un Seat 127 a la derecha de la calle, justo pegado a la entrada del desaparecido bar "Seire". Sabor añejo de unos tiempos que no volverán, pero que nos evocan a las páginas negras de la Alameda, en hechos sucedidos hace más de cuarenta años.

             EL ROBO DEL BUTRÓN EN EL BAR LOS ESCUDOS

En algunos reportajes anteriores sobre la Alameda, hemos hablado de la administración de quinielas Chispitas, establecimiento del que tenemos constancia de su existencia al menos desde principio de los 70; lugar que se convirtió en un sitio muy popular, pues fue una peña quinielística que proporcionó numeroso premios a lo largo de su dilatada existencia.

A la derecha del despacho aparecen las puertas del bar Los Escudos , el cual también fue víctima en aquella ocasión del robo que mencionamos. Bar y administración pertenecían a Antonio Luque, quien al llegar con su hijo la mañana del 14 de diciembre de 1984, encontró que desde la azotea de una casa colindante, deshabitada, penetraron al zagúan contiguo al bar, forzaron la cancela de su entrada y practicaron un agujero en el muro para pasar al interior. Afortunadamente, al ser de madrugada y no localizarse el interruptor de la luz, sin linternas y sólo mecheros, los ladrones produjeron mucho ruido en su trajín y sólo pudieron arramblar con parte de la recaudación de las quinielas, unas 40 mil pesetas de entonces, aunque los destrozos causados se elevaron a doscientas mil. Alertada por los vecinos, la policía hizo aparición, aunque los cacos ya habían huido.

Otro robo más en la zona. Como no podía ser de otra forma, la Alameda y sus aledaños eran el principal espejo para la inseguridad del Casco Antiguo de una Sevilla que había multiplicado por tres el número de robos en apenas once años, desde 1972.

    PREMIO DE LOTERÍA DE NAVIDAD PARA LA GENTE HUMILDE

En nuestra querida Alameda no todo fueron robos y crímenesTambién existieron momentos de felicidad y de jolgorio dentro de aquel microcosmos. El exponente principal de la mejor noticia de todas las pensables fue que Sevilla, como en otras ocasiones, fue beneficiada con varios premios importantes de la Lotería Nacional navideña. Si en la deprimida entonces barriada de Torreblanca tocó un premio de 25 millones de las antiguas pesetas, gracias a un número adquirido en la Administración del Gato Negro, en la Alameda de Hércules, nada menos que una parte importante del 55.793, o sea, el Segundo Premio, fue a parar allí.  También una empresa ubicada en la Carretera de Su Eminencia fue beneficiada.  Una Lotería de Navidad en la que las niñas de San Ildefonso por primera vez hicieron su debut.

Las crónicas narran que un popular lotero conocido como " El Chino ", llevó la felicidad en forma de billetes que se tradujeron en 372 millones que cayeron en manos de parados, prostitutas, trabajadores y hasta propietarios de algunos locales del lugar. Aquella Alameda solitaria y taciturna fue por unos días un lugar en que la felicidad y el alboroto se hizo patente para todos los vecinos.

Sabemos que dos bares fueron afortunados con buenos pellizcos, como la Cervecería Otero, que se encontraba al principio de Joaquín Costa, esquina Barco ( casi diez millones ), o el bar Las Columnas ( que no es el local actual con su mismo nombre ), sino otro que estaba localizado cerca de la Plaza de la Mata. En la imagen de la izquierda, escena en la puerta de este último local.

La Alameda, aquel espacio autóctono y genuínamente sevillano; la de los chulos y prostitutas que allí vivían, la de los guardacoches, la de los prostíbulos, whisquerías, la freiduría la Isla, Las Maravillas reformada, Los Faroles, La Conga, las de las partidas ilegales de cartas en el Casino Ferroviario, Las Sirenas en ruina, los derribos vacíos, la de los kioskos de madera; aquella que sucedió a la del flamenco, los cines verano y las tertulias taurinas,  fue parte de la Sevilla de la Transición y, aunque para muchos para bien, hace años que murió, permaneciendo sólo en la memoria de los nostálgicos como el autor de estas líneas.







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