viernes, 13 de octubre de 2017

SALVEMOS LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES DEL PRADO

HAY QUE SALVAR LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES DEL PRADO DE SAN SEBASTIÁN

Las noticias sobre el derribo de la Estación de autobuses de Cádiz se suceden y parecen estar de moda últimamente. La posibilidad que el edificio sea remodelado es contemplada por las autoridades, pero la forma de pensar de quienes hacemos esta página tampoco defiende un cambio drástico del lugar, que lo llegara a convertir en irreconocible. En el trasfondo, una oscura manta de intereses económicos (como siempre) parece cernirse sobre ese espacio. Ya hicieron lo mismo con el antiguo Equipo Quirúrgico.

El conjunto se sitúa extramuros, al sureste de la ciudad histórica, muy próximo a la antigua estación de ferrocarril de San Bernardo, frente a los jardines del Prado de San Sebastián y la antigua Fábrica de Tabacos. Podríamos entender su construcción como una implantación urbanística orientada de limitar el informe espacio de El Prado, aportándole una fachada reconocible como ya hicieran la Fábrica de Tabacos y la Plaza de España.

Una escena de la Estación, tal vez en los años de 1940. Fue el principal nexo de transporte para pasajeros entre Sevilla y Cádiz provincia y capital, en aquellos tiempos de la postguerra en nuestro país. Desde entonces hasta ahora, términos y hechos como el "estraperlo", los mostachones de Utrera, los viajes del equipo del Betis cuando estaba en Tercera División, las vacaciones en El Puerto de Santa María, en Sanlúcar, Cádiz, o los marineros que iban y venían para San Fernando, han pasado a la historia.

El emplazamiento de este conjunto responde originalmente a la proximidad a la estación de ferrocarril de San Bernardo, relación perdida en la actualidad al estar ésta en desuso. Esta vocación de nodo infraestructural del área se ha visto recientemente reforzada por la construcción, en el costado norte del edificio, de los nuevos andenes terminales del tranvía Metrocentro. A este hecho se suma la implantación de las paradas de autobús urbano y metropolitano frente a la fachada sur, y la localización próxima de la parada de la línea 1 del Metro en el Prado de San Sebastián.

Con el barrio de San Bernardo a su espalda y ocupando una parcela de 170 metros de largo por 70 de ancho, la presencia que el edificio debía tener por su relevancia infraestructural quedó reducida por la construcción en 1968 del Palacio de Justicia sobre la plaza de San Sebastián, que se abría frente su fachada oeste y servía de espacio público de ingreso para los viajeros. De igual manera, la mencionada construcción de las cocheras del tranvía en el lado norte de la estación ha modificado en gran medida la relación del edificio con el entorno, poniendo en cuestión la ya poco conseguida relación visual con la estación de ferrocarril de San Bernardo.


En las décadas de los 50 y parte de los 60, la Estación se hallaba más abierta y el Prado también estaba menos cerrado. Abajo, una escena cotidiana de viajeros al lado de las viviendas añadidas:

Se trata de un gran conjunto que a la función infraestructural suma un uso residencial en cinco bloques de viviendas de cinco plantas de altura. Estos bloques de viviendas se alzan como volúmenes perfectamente distinguibles sobre la planta baja, que hace las veces de zócalo en el que se alojan los usos públicos del conjunto: el programa administrativo de la estación en el extremo oeste, más locales comerciales localizados en las esquinas noroeste y suroeste de la parcela, y en la fachada sur, en su punto medio y en su extremo oriental.

El edificio se encuentra en buen estado estructural, tanto los bloques residenciales como la marquesina y la pasarela. Actualmente se están realizando obras de reparación y adecentamiento en fachadas e interiores de viviendas. El estado de mantenimiento de las dependencias de la estación no es bueno, pero aún conservan un sabor evocador.


En los últimos años, el entorno en el que se sitúa el conjunto ha sufrido cambios ligados principalmente al diseño de los nuevos sistemas de transporte público de la ciudad. En el entorno está prevista la construcción del nuevo edificio para la sede de la Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía del arquitecto Antonio González Cordón y la consolidación del uso residencial en el solar que linda con las cocheras, con una residencia para jóvenes y ancianos, proyecto del arquitecto Alberto Nicolau, pero ya se verá.

Para el recuerdo sirvan las dos primeras imágenes de 1982 del antiguo reloj que se hallaba en el pasillo central. Desde 1948 hasta 1966 se colocó uno, propiedad de Manuel Iruela; a partir de ese último año fue sustituído por un Royce, que nos consta que por lo menos a principios de los 80 aún estaba en su lugar. Posteriormente se volvió a colgar el reloj primitivo, que es el que luce en la actualidad. Pero ¿dónde está el reló Royce?





A nivel social, el programa de construcción de estaciones para el nuevo transporte en autocar constituyó un verdadero salto cualitativo en la arquitectura de la ciudad. En Andalucía, es a partir de la década de los años 30 cuando este fenómeno, ya implantado con anterioridad en Europa, adquiere especial relevancia. En Sevilla, la estación ha ofrecido el punto tradicional de conexión de transporte público rodado con la ciudad de Cádiz. El uso continuado de la instalación ha contribuido a su asimilación como parte fundamental de la identidad del barrio y de la ciudad.

Los valores históricos del edificio son evidentes, sobre todo por tratarse de una infraestructura plenamente moderna construida a caballo entre la posguerra y los años más difíciles de la autarquía. La estación de autobuses del Prado de San Sebastián fue una de las primeras iniciadas en la posguerra a nivel nacional. La apuesta por la reactivación económica del país por parte de la recién instaurada dictadura se concretaba en edificios ejemplares como el de la estación, que conjugaba intencionadamente la escala monumental de la estación con el propósito de reconstrucción social en base a la promoción pública de viviendas.


Ya veremos que sucede; pero, desde luego, el caso de la Estación de Cádiz puede ser otro ejemplo más de como acabar con lo tradicional gracias a unos señores en cuyo tablero de ajedrez les va la necesidad, tal vez innecesaria para muchos de nosotros, de renovarse o morir.

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