El problema de la mendicidad en el centro de la ciudad es un asunto que no podemos obviar. Hace unos meses, el Diario de Sevilla se hacía eco de esta tribulación mediante un completísimo artículo de Fernando Pérez Ávila, en el que se plasmaba una parte de la realidad cotidiana que se vive por las calles céntricas hispalenses desde hace algunos años. El dossier no tiene desperdicio alguno, por lo que a continuación colgamos el enlace que recomendamos lean:
Pero en algunas décadas cercanas no era así. Suponemos que a mediados de 1970 dejó de prohibirse la mendicidad. Por aquel entonces, y desde la posguerra, Sevilla, al igual que el resto de las grandes ciudades españolas, contaba con bolsas de pobreza, generadas en muchos casos gracias a la expulsión de muchísimas familias obreras que en un principio residían en parte del casco antiguo y que tuvieron que establecerse en núcleos chavolistas y en barriadas periféricas recién creadas. Eso no quiere decir que muchas personas no conservaran sus viviendas de alquileres baratos o de protección oficial ( donde fueron ubicadas hasta parte de los 70 ). Estos dos últimos grupos eran, fundamentalmente, de clase obrera.
Lo cierto, es que, durante aquellos años ( incluyendo los 80 ), el centro de la ciudad ofrecía un panorama tranquilo en lo referente a la mendicidad. Raro era encontrarse a gente pidiendo y acosando constantemente. Personajes populares, autóctonos, podían verse en lugares céntricos: María "la tonta", Vicente "el del canasto", "Joseliqui", "el loco" Amaro, "el tío del látigo".... que iban y venían. También estaban los entonces conocidos como los "guardacoches", a quienes no había "limosna" e "impuesto" obligado que dar. Uno vivía por Triana, cerca del puente; otro, quizá por la calle San Luis; otro por Feria, Alameda, Relator, Navarros, Santa Ana, en fin....alquileres baratos en casas, corrales, pisos de vecinos, viejos, viviendas unas inexistentes actualmente, otras restauradas pero, o bien vendidas a nuevos propietarios, o bien arrendadas a precio casi de oro. Pero, ¿ qué pasó con ellos ?
Obviamente, aquellos personajes fueron engullidos por nuestros tiempos. Sus sustitutos, en su mayoría, ya no se identifican con la ciudad; es más, cada día que uno sale, no es difícil ver a "recién llegados" apostándose en una acera, banco, parque, escalera, o vaya usted a saber. A cada momento del día, ristras reconocibles de individuos se dirigen hacia la Campana, Magdalena, Duque, Catedral, Plaza Nueva, Sierpes, Tetuán....y, entre ellos, los gorrillas. Alguna vez también aparece algún esquizofrénico pegando voces y dandote el susto: pero no pasa nada, la sociedad debe ser tolerante, que estén tiraos en la calle, que esa es la mejor cura.
Sentarse en un velador a tomarse algo o fumar, se convierte en misión imposible para la tranquilidad, siquiera para la de un trabajador, parado o jubilado.
Según el artículo del Diario de Sevilla, parece que últimamente algunos ya se aventuran a delinquir y quizá todavía no sepan lo barato que puede ser. Nos hallamos ante una situación real que, por supuesto, al político de turno no le afecta, porque éste no suele vivir la calle de forma cotidiana y porque sabe que establecer un programa de reinserción en condiciones llevaría gastos y gastos, años y años, y, claro, al final como no sabrían si volverían a ser reelegidos....Eso sí, cuando llegan las fiestas mayores, casi misteriosamente, las calles se ven "impolutas". Por eso y muchísimas cosas más, yo desde luego, no les voy a votar, que les voten ( más quien quiera, por supuesto) los descamisados de las barbas y los piojos de cartones de vino tinto que ustedes han creado y mantenido aprovechandose de la caridad de los demás.
Lo cierto, es que, durante aquellos años ( incluyendo los 80 ), el centro de la ciudad ofrecía un panorama tranquilo en lo referente a la mendicidad. Raro era encontrarse a gente pidiendo y acosando constantemente. Personajes populares, autóctonos, podían verse en lugares céntricos: María "la tonta", Vicente "el del canasto", "Joseliqui", "el loco" Amaro, "el tío del látigo".... que iban y venían. También estaban los entonces conocidos como los "guardacoches", a quienes no había "limosna" e "impuesto" obligado que dar. Uno vivía por Triana, cerca del puente; otro, quizá por la calle San Luis; otro por Feria, Alameda, Relator, Navarros, Santa Ana, en fin....alquileres baratos en casas, corrales, pisos de vecinos, viejos, viviendas unas inexistentes actualmente, otras restauradas pero, o bien vendidas a nuevos propietarios, o bien arrendadas a precio casi de oro. Pero, ¿ qué pasó con ellos ?
Obviamente, aquellos personajes fueron engullidos por nuestros tiempos. Sus sustitutos, en su mayoría, ya no se identifican con la ciudad; es más, cada día que uno sale, no es difícil ver a "recién llegados" apostándose en una acera, banco, parque, escalera, o vaya usted a saber. A cada momento del día, ristras reconocibles de individuos se dirigen hacia la Campana, Magdalena, Duque, Catedral, Plaza Nueva, Sierpes, Tetuán....y, entre ellos, los gorrillas. Alguna vez también aparece algún esquizofrénico pegando voces y dandote el susto: pero no pasa nada, la sociedad debe ser tolerante, que estén tiraos en la calle, que esa es la mejor cura.
Sentarse en un velador a tomarse algo o fumar, se convierte en misión imposible para la tranquilidad, siquiera para la de un trabajador, parado o jubilado.
Según el artículo del Diario de Sevilla, parece que últimamente algunos ya se aventuran a delinquir y quizá todavía no sepan lo barato que puede ser. Nos hallamos ante una situación real que, por supuesto, al político de turno no le afecta, porque éste no suele vivir la calle de forma cotidiana y porque sabe que establecer un programa de reinserción en condiciones llevaría gastos y gastos, años y años, y, claro, al final como no sabrían si volverían a ser reelegidos....Eso sí, cuando llegan las fiestas mayores, casi misteriosamente, las calles se ven "impolutas". Por eso y muchísimas cosas más, yo desde luego, no les voy a votar, que les voten ( más quien quiera, por supuesto) los descamisados de las barbas y los piojos de cartones de vino tinto que ustedes han creado y mantenido aprovechandose de la caridad de los demás.
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