viernes, 13 de octubre de 2017

CASA MARCIANO: UNA TRADICIÓN QUE NO DEBIÓ DESAPARECER

Sin lugar a dudas una de las casas comerciales de alimentación más famosas en el Casco Antiguo de Sevilla, era Casa Marciano. Abarcando los números 4 y 6 de la calle Lineros, se fundó por Marciano Díaz en 1928 (nº4 de la vía), comprendiendo sólamente un local hasta que en 1938 se adquirió la zona de la derecha de la tienda (nº 6), que había sido anteriormente una quincalla.

Desde un primer momento, Marciano se convirtió en una de las tiendas de ultramarinos más prestigiosas del centro. Su exquisita calidad y variedad abarcaba conservas, legumbres, jamones, chacinería, aceitunas, quesos, licores, condimentos; todo ello, dentro de larguísimo elenco de productos de primera clase. En navidades el escaparate se rebosaba repleto de mazapanes, turrones, frutas escarchadas, etc; sin faltar las cintas navideñas de colores adornando las delicias a través del escaparate. También hay que mencionar telas diversas que se medían con un metro de madera en la misma puerta.

Abajo, una señora recoje un premio en metálico en Casa Marciano de la firma Garvey. Corría el año 1969 y la popularidad del comercio que nos referimos de la calle Lineros estaba por las nubes.


Además en Casa Marciano se supo valorar el sentido no sólo de la tradición, sino también de la antiguedad. A continuación veamos dos detalles curiosísimos: a través de dos recortes procedentes del diario ABC podemos observar en primer término la famosa "pata de jamón", de la que se decía pesaba dieciocho kilos y medio, y medía metro y ocho centímetros en su longitud. A su lado también se conservaba la fotografía de un cerdo del que se extrajo la pieza. En segundo lugar, más abajo, en el techo del establecimiento podíamos ver ejemplos conservados de los distintos sistemas de luces que alumbraron la tienda a lo largo de su existencia: lámpara de gas (centro), lámpara eléctrica (izquierda) y tubo fluorescente (pegado a la pared).



Como decíamos, Marciano mantuvo la tradición por encima de muchas cosas. El mostrador era de madera, en forma de Z y estaba cubierto por una tapa de mármol. A su alrededor se ubicaban sillas para que se sentaran los clientes, todo ello dentro de un cordial ambiente y de exquisito trato. Todo ésto suena muy lejano, comparandolo con los actuales y fríos negocios orientales. 

Fíjense si aquel establecimiento era tan tradicional, que la última reforma constó en 1932, cuando se revistió de mármol tanto la fachada como las jambas correspondientes al número 4 de Lineros. Las letras eran de latón: " Marciano,  Ultramarinos. Jamones serranos, embutidos, quesos y mantecas finas, coloniales, cafés"

Tras el fallecimiento de Marciano Díaz, su viuda, Ana Martínez Calderón, se hizo cargo del comercio, hasta que también dejó de existir. En 1991 se cerró definitivamente, tras más de sesenta años a sus espaldas, con los empleados más antiguos ya jubilados.

Finalizamos este espacio dedicado a Casa Marciano, exponiendo a continuación una imagen para la nostalgia y, por qué no, el cariño de muchos sevillanos. Es el número 4, la parte más antigua de aquellos ultramarinos de indiscutible sabor tradicional y sevillano (dedicada al igual que a todos los visitantes del blog, a mi amigo Carlos Ortega, que tantas veces me pidió una fotografía como ésta:








4 comentarios:

  1. Recuerdo ir con mi padre a casa marciano para comprar pan sin gluten para mi hermana, ahora es muy común pero antes era verdaderamente difícil encontrar pan para celíacos.
    Fantástico su blog

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  2. Nací y viví con los mejores jamones serranos en casa de Marciano

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  3. Aún recuerdo ese olor en toda la calle, desde Vilma hasta la plaza del pan. De hecho, no sé si será obsesión, pero aún pasó en la actualidad y creo oler ese tufillo a jamón, bacalao, chacina y quesos todo entremezclado pero era el ambientador de la calle Lineros. Que pena, todo lo bueno de Sevilla se está perdiendo.

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  4. Somos cordobeses, y mi madre recién llegamos a vivir a Sevilla, descubrió casa Marciano, y compraba muchísimo allí. Yo recuerdo salir siempre con un cartucho de castañas pilongas.

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