A pesar de que muchos de nosotros sublimamos y valoramos positivamente, bajo una alta dosis de nostalgia la década de los 80, realmente existieron sectores hasta el momento tradicionales que fueron altamente perjudicados, como pudieron ser las salas de cine. La llegada del video, los ordenadores personales, así como también las mayores libertades de una nueva juventud emergente que ya tenía otras diversiones, fueron causantes del principio del fin de la extensa oferta cinematográfica que se nos ofrecíó en nuestra ciudad durante décadas. Una de las primeras víctimas fue la sala Lloréns, cine que se hallaba en el mismísimo corazón de la emblemática calle Sierpes.
El cine Lloréns fue una acertada adquisición en el año 1915 del empresario Vicente Llorens. Decorado en estilo neomudéjar por el arquitecto regionalista José Espiau (Hotel Alfonso XIII), este edificio fue en primer lugar un teatro que simultaneaba con la proyección de películas mudas. Ya durante los años 20, personajes como Unamuno, Ortega y Gasset o Zamacois llegaron a pronunciar discursos sobre un escenario cada vez más prestigioso, que vio entre otros artistas de la época cantar nada menos que a Raquel Meyer. Y en el marco de la música clásica, el mismísimo Arthur Rubinstein acarició las teclas de su piano en el Llorens, mientras que el universal Manuel de Falla presentó la recién creada Orquesta Bética de Cámara dirigida nada menos que por Ernesto Halfter. Abajo, imagen del cine Llorens repleto de público allá por los 50:
Corría 1924 y Vicente Llorens ya era propietario de los cines de verano sevillanos, al igual que del invernal Cervantes y el hace tiempo desaparecido San Fernando. Su afán emprendedor e innovador que en 1930 proyectó la primera obra sonora de cine en Sevilla: Sombras Blancas, de la Metro Goldwyn Meyer, con Raquel Torres y Montes Blue; siguiéronle El Arca de Noé, Trafalgar y Orquídeas salvajes. Abajo podemos apreciar el fotograma de la presentación de aquel primer film sonoro:
En la década de los 60 el Llorens realizó su primera remodelación importante al sustituir la antigua pantalla pequeña de concha por la curva Todd-a0 70 mm, último grito en superficies para visionado de películas que se mantuvo hasta el cierre del cine, en abril de 1982. Por aquel entonces, la calle de las Sierpes todavía era un lugar familiar, en el que las tardes de los sábados y domingos los adolescentes, en sus primeras salidas, iban camino de los cines de la zona, un triángulo formado por Llorens, Palacio Central e Imperial; o de Casa Calvillo, o bien iban a jugar al tenis de mesa al Café Madrid ( abajo, tras estas líneas) que desapareció hace pocos años, o bien se entretenían en aquella sala de juego llamada Las Vegas, pionera en máquinas recreativas japonesas a fines de los 70 y principios de los 80....
A mediados de los setenta el cine Llorens, con sus sesiones continuas y numeradas, comenzó a incluir en su repertorio proyecciones orientadas también a los adultos, pero siempre evitando la clasificación "x", denominada entonces "s". También se buscaron otras fórmulas para seguir con la calidad ante todo, porque según palabras de su propietario desde 1930, Fernando Artacho, "el cine debe ser diversión o instrucción, pero no perversión". De ahí se deriva la calidad de las proyecciones del Llorens. Veamos una cartelera del cine de 1974:
Pero el fin del Llorens estaba por llegar. Como dijimos al principio, la incipiente llegada del video, la subida de impuestos continua, la nueva generación de jovenes con otras miras y el pretender mantener una programación de calidad, fueron las circunstancias más cercanas a la desaparición de tan céntrico cine, que en poco tiempo había generado 15 millones de pesetas de pérdidas. En abril de 1982, el Llorens cerró sus puertas para siempre, dejando en su lugar unos almacenes de ropa que respetó parte del interior del cine. Posteriormente han existido otros negocios distintos, incluyendo la actual sala de juegos. A continuación, despedimos el reportaje de hoy mediante una imagen parte de la fachada del cine, en 1982, ya cerrado:
Gracias Rafael por su reseña .
ResponderEliminarDe parte de su nieta Concha Artacho y Lloréns y su biznieta Marina G. De Artacho , que acabamos de leer y vemos que se ajusta en todo . Un saludo