viernes, 13 de octubre de 2017

CRÓNICAS DE LA ALAMEDA DESAPARECIDA ( 2 )

    DE UN DÍA QUE CAMINABA POR LA CALLE POTRO...

" La Alameda es la Alameda 
  porque es un puro desierto
La Alameda es la Alameda
 porque es un puro desierto
 Tristes están tos sus esquinas
     porque no pasan flamencos " 

El Pali 

No le faltaba razón al Pali cuando grabó aquella popular sevillana en 1968: la Alameda ya no era la Alameda. Entonces y desde la postguerra, el "rectángulo de Hércules" pasó por un período de progresivo abandono social, arquitectónico y cultural, que no comenzaría a cambiar hasta muchísimos años después. Sin embargo, todavía existen personas que conocimos parte de aquellos "decadentes" años alamedanos, denostados por muchos,  pero también tal vez añorados por una minoría, amante de la soledad y del sabor local que por aquel entonces ofrecía el bulevar, cincelado por rostros que reflejaban lo autóctono, en un dédalo de rincones y vacíos que el hombre del siglo XXI destruyó para siempre. Pero hay algunas cosas que, o bien felizmente no han cambiado, o las transformaciones no les hicieron perder el sabor de antaño....

Cuando paseo desde la calle Potro a la Plaza de la Alameda, a veces recupero algunas de aquellas sensaciones particulares, que fugazmente pasaron por mi infancia y adolescencia. Aquel espacio figura en uno de los extremos del bulevar, el cual posee asimismo una larga historia y una impronta aún sin desfigurar.

En el año 1875 fue rotulado por primera vez un tramo que ya se conocía desde 1408 como continuidad de San Lorenzo: el Potro, o del Potro. También fue aledaña, por su acera izquierda, a la calle de la Laguna ( Jesús del Gran Poder ), cerrando en el XVI la fachada posterior del colegio jesuítas de los Irlandeses. En 1856 el proyecto de Balbino Marrón, para regular y cerrar la Alameda por el lado sur, conllevó la construcción de dos manzanas de casas que conformaron Potro tal como actualmente se conoce:
El entrar desde Conde de Barajas a Potro y luego desembocar a ese entrante que forma la Plaza de la Alameda conforma un cuadro cuyos recuerdos se pierden en el tiempo. A continuación, Plano del proyecto de ordenación de la Alameda, de 1863, en el que ya vemos mencionada la Plaza:
La mayor parte de las fincas que colman Potro-Plaza, conservan el espacio que ocuparon y el mismo número: año 1895, que es el más antiguo ( Nº 8 ); 1912 ( Nº 6 ), 1910 ( Nº 7 antiguo ); mientras que el 9 es de 1964 y el 5 pertenece al 2007. En el 6, sabemos que el poeta Gustavo Adolfo Bécquer vivió entre 1850 y 1852, aunque la casa fue muy reformada en el año 1912. Respecto al número 5, creemos que tal vez allí durante los años 70 y 80 existió un prostíbulo que nos parecía indicar la frontera de aquella Alameda.  Abajo, la calle Potro en su confluencia con la Plaza de la Alameda, en la riada de 1961: a la derecha, el número 7, de 1910 ( hoy en día 12 de número de gobierno ); en el centro se distingue una accesoría / local con una persiana metálica donde tuvo el taller un zapatero muchos años; hoy en día, de aquella construcción sólo queda un tapial y el resto es un solar que espera la piqueta. Al fondo, detrás de la casa, se eleva un tejado que perteneció a un edificio posíblemente derribado o remodelado en los años 60 que sirvió de comisaría auxiliar, cuya entrada se encontraba por la calle Jesús del Gran Poder. Parte de aquella construcción se unía, también por atrás, a las casas que aparecen a la izquierda, demolidas para la construcción del Alameda Multicines.
A principios de 1977 se procede a inaugurar el Multicentro Alameda Multicines, concebido como el primer drugstore de la ciudad. La familia Hernández acertó en la construcción del local, figurando casi 40 años cita obligada para la tradición cinematográfica sevillana. Abajo, dos formatos de entradas, muy bonitos y personalizados: el primero de 1977, el segundo de 1986: 
En los bajos del local hubo varios establecimientos comerciales, entre ellos, un bar de zumos tropicales y una de las hamburgueserías pioneras en Sevilla: el Burguer Bravo´s. Recuerdos de días entre semana, poca gente, comiendo mi hamburguesa de veinte duros....
 Era, aquella Plaza de la Alameda: la del Bar Los Faroles, la del "hasta aquí llegó el agua", la del taller de Manolo, ¡ la del Casino Ferroviario Ferroviario ! ese edificio de 1900 que ahora es un video club, habiendo perdido gran parte de su personalidad de antaño, aunque la fachada es evocadora. Las siguientes imagenes nos transportan a otra época: En primer lugar, el desaparecido taller de Manolo, que ya forma parte del nuevo Bar Realito ( de la Academia ya hemos hablado en otro reportaje anterior ); más abajo, el Casino y una escena cotidiana dentro del mismo edificio:
En la actualidad, los dos bares que colman uno de los flancos del entrante de la Alameda nos refrescan el momento en que vivimos, con los veladores ocupando el suelo, repletos ante el partido frente al televisor de la pared de fuera, y mucha gente, la mayoría de tránsito, entre los que no faltan los que piden limosna y cigarros. Aún así, hay algunos momentos en que ese hueco, ese rincón que marca la frontera, parece estar detenido en el tiempo, en una crónica de la Alameda.




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